Perdido al oeste de Tokio se puede encontrar el lugar con el cual un pequeño Hayao Miyazaki, amante de los castillos, siempre soñó. El Museo Ghibli en Mitaka, Japón, se ha vuelto uno de los atractivos turísticos de rigor para los amantes del cine y la cultura japonesa desde su inauguración en 2001, siendo catalogado por sus visitantes como “el lugar más lindo de la tierra”.
Comenzando la aventura
Llegando a la estación Mitaka se encuentran carteles que señalan dónde tomar el bus que te llevará al museo, partiendo cada 10 minutos. Amarillo potente y con motivos del estudio de animación, destaca entre el entorno gris característico de las estaciones de metro. Parques y casas pronto pasan a esconderse entre árboles y vegetación que parecen sacadas de Mononoke. Poco más de un kilómetro, que con una gran vista y una buena conversación, pueden ser una agradable caminata que ahorrarán 210 JPY a los viajeros con bolsillo ajustado. En la entrada del museo, un camino guía a los visitantes a un gran ventanal, tras el cual un peludo vecino Totoro de tamaño real indica que el lugar está abierto al público.
Adentrándose en la magia
Una gran casa amarilla con una escalera externa con forma de espiral, un jardín en el techo y el robot gigante que conocimos en “El castillo en el cielo que cuida desde las alturas”, todo aquello que Miyazaki pensó. En la boletería debes entregar el ticket que se compra con meses de antelación, pero en ese momento se convierte en un pase al mundo mágico que solo el universo Ghibli podría crear. Vitrales con los personajes más recordados, llaves de agua con pequeños Jijis y una sala con un GatoBus para los más pequeños son algunos de los atractivos que el museo da a conocer por medio de imágenes.
El atractivo del misterio
Una de las cosas que vuelve polémico el lugar es lo poco que se sabe sobre él. El fundador de Studio Ghibli especificó que no sería permitido grabar ni sacar fotos dentro del museo, ya que las experiencias sensoriales que se deseaban transmitir no podían percibirse por medio de una pantalla.Esta regla se respeta al pie de la letra sin que sea necesario quitar ningún dispositivo a los visitantes, la prudencia lo es todo en esta aventura.
Escaleras, sentimientos mágicos y hogareños son las cosas que dicen encontrarse dentro del lugar que se puede definir como una apología a la animación 2D. El trabajo de dibujar 24 frames por segundo mostrado de forma gráfica, ejercicio que tiene como objetivo dar a entender el valor de cada momento en las películas del estudio. Dentro de la exhibición permanente también se encuentra una réplica del estudio de Miyazaki
Las exhibiciones extraordinarias rotan cada año, siendo una sorpresa para todo aquel que no asista.
A pesar de todo, lo que más llama la atención de los fanáticos es que junto la entrada se entrega un ticket para Cine Saturno, sala de proyección existente dentro del museo, que se convierte en el único lugar del mundo donde se exhiben 9 cortos animados del estudio de forma rotativa. Desde los 9 a los 16 minutos de duración tienen las animaciones.
Platos de la pantalla a la mesa
Desde tartas a sándwich son lo que se puede encontrar para comer en la Cafetería “Sombrero de paja”, en el museo. La vajilla y cristalería temática, banderillas sobre la comida con personajes de película, meseros cantantes para los cumpleaños y muchos detalles mágicos que hacen de la experiencia aún mejor. Comer la tarta de chocolate de Kiki es posible en este lugar, donde además se puede comprar un libro en japonés con recetas de cada platillo de su carta.
Si el presupuesto del viaje no es mucho y se quiere ahorrar el tiempo de espera para comer ahí, llevar tu propio obento para comer en la terraza admirando el paisaje es una experiencia igual de especial.
Recuerdos para llevar
Si tu objetivo es llevar una gran cantidad de regalos con temática de Ghibli tal vez es necesario visitar la tienda del centro de Tokio. En Mitaka la tienda de recuerdos es pequeña, unos cuantos libros, peluches y pins. Su objetivo es que la gente no esté mucho tiempo en ese reducido lugar, porque después de todo ¿no son los propios recuerdos los mejores recuerdos?
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